–Por: Alejandro Salazar
¿Es posible crear una relectura de la historia que ignore por completo el impulso a apegarse a los hechos reales? Aunque la colaboración entre Marcel Dzama y Eduardo Sarabia no pretende contestar esta pregunta, hace surgir una serie de respuestas involuntarias que dan indicios de un proceder alternativo. En primera instancia, se manifiesta el rechazo a considerar el pasado en términos de victorias y fracasos, lo que lleva a los artistas a distanciarse del relato unívoco que se legitima como verdadero, para indagar en los sucesos periféricos, ignorados y descalificados por los historiadores, asumiendo el potencial dinámico e inconcluso de la historia.
Campeonato de Guadalajara es la negación del relato histórico como un cúmulo de hechos inmóviles, es la reanimación de algo que se considera inerte. Es el retorno a un torneo de ajedrez en Niza, para el cual Marcel Duchamp diseñó un cartel y, simultáneamente, es una interpretación fragmentada del Códice Florentino, recurriendo a los lenguajes visuales de ambos artistas. Es una sucesión de ritos secretos ejecutados por compañías de ballet que incorpora encapuchados y animales antropomorfizados, con vestuarios diseñados por Oskar Schlemmer y Francis Picabia. Esta puesta en común no es un ejercicio de traducción; tampoco busca llegar a un consenso en el que se establezca un código que sobrepase las diferencias contextuales entre ambos artistas. Más bien, opta por un diálogo simultáneo, con interferencias e interrupciones.
Sarabia busca desmitificar la iconografía relacionada con el narcotráfico, convirtiéndola en mercancías que podrían parecer souvenirs de la estética mexicana. El imaginario popular que solía poblar estas artesanías es reemplazada por la realidad mediatizada que se ha instalado en el plano de lo cotidiano. Por su parte, Dzama ha creado todo un elenco de personajes que habitan sus obras, obligados a protagonizar situaciones que podrían ser producto de una mente infantil que especula sobre la naturaleza de la violencia: a pesar de ser una explícita aproximación a lo macabro, permanece un carácter ingenuo e inocente. Los sucesos representados rehúyen a la coherencia narrativa, creando estampas suspendidas en pleno frenesí, provocando la sensación de estar interrumpiendo una celebración pagana.
Los dos artistas pretenden conciliar mundos aparentemente contradictorios: lo popular y reconocible con lo oculto e incomprensible. Las formas en que ambos manifiestan la contradicción entre estas dos dimensiones revela un desdoblamiento del entendimiento arquetípico del mundo. En el caso de Sarabia, esta discordancia es acentuada por medio de la normalización en forma de mercancía, mientras que Dzama recurre al éxtasis eufórico, violento y sexual.
La muestra se encuentra en Travesía Cuatro en Guadalajara, México. Da click aquí.
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